Pasamos la vida en una constante búsqueda de nuevas historias. Llenamos los cuartos de nuestra memoria con experiencias diarias y jamás imaginamos siquiera su importancia futura. Lo que nos acontece cada día se convierte en una forma de conocernos mejor.  ¿Qué mejor que conocer al autor antes de introducirnos en su obra?

Desde la quebrada, una gran ceiba con la mirada atenta, erguida con su guampa1 y sus infinitas manos rozando el cielo, vio el alumbramiento de un hombre al que bautizarían Daniel Oscar Rodriguez Sacoto. El niño brotó de las entrañas de su tierra, en la comunidad La Quebrada de la Ceiba del cantón Rocafuerte. Esa mañana de domingo, el 20 de diciembre de 1937 para ser exactos. Carmencita, su madre, resguardó a su quinto hijo en pañales. El padre Lizardo Rodríguez partió a la madrugada al mercado central para su faena con la carne y la leche. Entrada la tarde volvió a casa y vio a Daniel.

Daniel tenía tres meses cuando unas vecinas le propusieron a Carmencita compartir al niño. En la mañana lo recogía una señora, lo llevaba con un litro de leche de la primera vaca que tuvo Lizardo, y lo regresaba en la tarde. A la mañana siguiente otra vecina y así día tras día. Esta fue la primerísima infancia de Daniel. Carmencita ya vaticinaba a su marido: “Lizardo, este niño va a ser andariego.”

Daniel creció un poco y formó su primera gallada. Jorge Gutiérrez era un comerciante que viajaba de Portoviejo a Bahía a comprar pescado. Los niños descalzos corrían detrás del carro. << ¡Caráquez! ¡Caráquez! >> gritaban los infantes con algarabía, con la inocencia del juego, con la diversión en lo simple. Don Gutiérrez se detenía y les regalaba una saco de pescado para que se repartan. Las madres en señal de agradecimiento le preparaban tortillas y café.

Una mañana, Gutiérrez invitó a los niños a Bahía con la condición de que dos madres fueran para cuidarlos. Los niños convencieron a las mamás, se subieron al carro de tres filas de asientos y se fueron a bañar al mar.

Esa misma gallada hizo del ingenio Loor su parque. Entre las máquinas de destilación y triturado de caña jugaban a las escondidas. Eloy Loor, el dueño, en vez de molestarse por la intromisión de los muchachos, les obsequiaba caña para que recarguen energía.

Daniel aprendió sus primeras letras de Manuel Antón Santana y Angelica Rivera Solorzano. Lizardo los contrataba tres veces por semana para que les diera clases particulares a sus hijos. La sala se convertía en salón, el suelo en bancas y otros niños de la comunidad también se sumaban al aprendizaje.

A los 12 años, Daniel le planteó al papá que lo enviara a la escuela San Juan Bosco en Rocafuerte. Daniel viajaba en su burro por el antiguo camino que conectaba con el primitivo casco urbano. Amarraba a su bestia en la casa de la tía Violeta en donde almorzaba al mediodía. Era la época donde saber leer, escribir y aritmética eran habilidades suficientes para valerse en la vida.

A los pocos meses, Lizardo construyó una casa en la avenida Sucre en la parroquia urbana de Rocafuerte donde se mudaron. Así inició una nueva etapa en la vida de Daniel. Llegaron los primeros serenos, las andanzas de noche, las guitarras hechas de caña y el coro improvisado y desafinado para alegrar las casas.

Una noche del 54’, los esposos Alberto y María Esmeraldas visitaron la casa de Daniel. Frente a Carmen y Lizardo le pidieron a que permitan al joven ser el padrino de su hijo. Los futuros compadres se marcharon una vez acordada la hora y día de la ceremonia. Carmencita le dijo a Lizardo: <<Aliste el regalo para que el muchacho siga de andariego.>> Este era solo el principio.

Al inicio de los sesenta, Daniel comenzó sus noches de bohemia. Se junto al dúo musical conformado por Alcides Vélez y Corinto Rivadeneira. En las guitarras acompañaban Galo Rodriguez, Longino Palacios, José y Remigio Delgado. Los serenos se brindaban de miércoles a sábado. Las familias interesadas pedían un día antes que le fueran a visitar.

Allí iban de casa en casa, de noche en noche en jornadas que se extendían por amor al arte. Daniel iba en el grupo viviendo la vida ¿cantaba? No ¿tocaba la guitarra? menos. Entonces ¿qué hacía Daniel en ese coro-conjunto-ensamble donde los miembros le superaban con muchos años en edad? Daniel vivía la vida. Eso era todo. Lizardo le patrocinaba a Daniel para que brindara el trago a los músicos. Este mecenazgo se entregaba sin que la señora Carmencita se enterara.

Luego vino el gusto por los chigualos. Daniel viajaba de comunidad en comunidad a los encuentros. No obstante, trasladarse le era muy difícil por la distancia entre los lugares. Un día le pidió al papá que le compre un caballo. Lizardo dijo que busque uno. A la mañana siguiente, en el sitio Moyuyo, lo compraron.

Daniel llegó con su nuevo caballo a casa. Lizardo le pidió al trabajador Juan “Sopa” Mendoza que fuera a comprar la jerga y el secante. En el almuerzo de ese día, Carmencita dijo frente a todos sus hijos: “Lizardo le ha comprado un caballo a este muchacho para que se haga más andariego.”

Sus palabras fueron acertadas. Daniel empezó a rodar para California, El Cerrito, San Eloy y a cualquier sitio donde lo invitaran. En el centro visitaba los chigualos de Ramona Macías, Saul García, la familia Palacios entre otros. Eso sí, como en el coro, Daniel no era muy participativo.

No obstante, una noche le tocó salir al ruedo y una señorita le lanzó: <<yo soy la media naranja / yo soy la naranja entera / soy un botón de rosas / pero no para cualquiera.>> Daniel, ni corto ni perezoso, respondió: <<Soy el carpinterito / hijo de una carpintera / pico la media naranja / pico la naranja entera.>> Aplausos y más baile.

En 1956 ejerció por primera vez su derecho al voto. En la papeleta marcó por los liberales Raúl Clemente Huerta y José María Plaza para la presidencia del Ecuador. Así definió la línea que defendería por años. En 1966 empezó sus andanzas de manera activa en la política. Su alineación la marcó el pañuelo rojo como distintivo y el viejo luchador como ejemplo. Eran épocas donde las líneas ideológicas tenían definidas su fronteras y cambiarse de bando era sacrilegio.

Daniel trabajó en la campaña a diputado de Homero Andrade de Chone. Organizó reuniones en Rocafuerte y Tosagua. Andrade llegó al congreso bajo la presidencia de Otto Arosemena Gómez quien lo eligió ministro de agricultura. En el nuevo cargo, Andrade envió un telegrama a Daniel para proponerle ser el jefe político del cantón.

En esa época existían dos cooperativas que viajaban a Quito: Santa y Panamericana. Andrade le dijo que él corría por los gastos. Daniel viajó en compañía de José Durán y su hermana. Hizo los trámites pertinentes para su nombramiento y esa noche se quedaron en una pensión que el diputado dispuso para los viajeros.

En 1968, contrae matrimonio con la señora Onelia Zambrano Rodriguez. Llegaron sus hijas María, Danery y Daniela a alegrar el hogar. Se mudaron a una casa esquinera ubicada en la calle Bolívar y Pedro Carbo donde reside hasta la actualidad.

Un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *